miércoles, 25 de mayo de 2016

 Romance de Abenamar


Abenámar, Abenamar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida;
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
-No te la diré, señor,
aunque me cueste la vida.
-Yo te agradezco, Abenamar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillo son aquellos?
¡Altos son y relucían!
El Alhambra era, señor,
y la otra, la mezquita;
los otros los Alixares
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra
otras tantas se perdía;
desque los tuvo labrados
el rey le quitó la vida
porque no labre otros tales
al rey de Andalucía.
El otro es Torres Bermejas,
castillo de gran valía;
el otro Generalife,
huerta que par no tenía.
Allí hablara el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
-Si tú quisieras, Granada,
contigo me casaría,
darete en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
-Casado soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.
Hablara allí el rey don Juan,
estas palabras decía:
Échenme acá mis lombardas
doña Sancha y doña Elvira;
tiraremos a lo alto,
lo bajo ello se daría.
El combate era tan fuerte

que grande temor ponía.

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Pertenece a los llamados Romances Fronterizos, que relatan los hechos ocurridos durante la guerra contra los moros de Granada. Juan II de Castilla lleva a Abenámar ante los monumentos arquitectónicos de Granada y alaba su belleza. Quiere conquistar la ciudad y entabla con ella un diálogo, personificándola como mujer, en el que le propone matrimonio y que ella rechaza aduciendo que ya está casada con el rey moro.



jueves, 19 de mayo de 2016

Canción de la monja en bicicleta

Se me ha sentado un ángel en el manubrio.
Me acarician las alas del ángel rubio.
Estaba muy cansado de volar siempre;
por eso me ha pedido que lo pasee.
La gente por la calle mira y se ríe
de la monja contenta y el ángel triste.
Hermano viento, ayuda nuestra carrera:
queremos ir al cielo en bicicleta.

María Elena Walsh

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viernes, 13 de mayo de 2016

Linguoacertijo

¿Cómo se saca un elefante de una piscina?


Mojado.


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viernes, 6 de mayo de 2016


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Juan de Timoneda ( ? – 1583)


Escribió “Sobremesa y alivio de caminantes”. Es una colección de cuentos y relatos brevísimos (en realidad los llamados hoy “microrelatos”) que por su gracia y desenfado se hicieron muy populares. He aquí algunos de ellos.


Cuento XIV

Cierto filósofo pobre, gentílico, por enseñar a pedir limosna a un hijo que tenía, algunos días llevábalo a las estatuas de piedra, y hacía que les pidiese con el bonete en la mano, y a cabo  de rato, como no le respondiesen, volvía las espaldas. Visto esto por un ciudadano, preguntóle por qué hacía aquello. Respondió: “porque aprendo a tener paciencia, la cual ha de ser naturalmente de los pobres.”

Cuento XXXI

Estando un barbero afeitando a un gentilhombre en su casa, el cual estaba muy mohíno dél por ser tan parlero, que cuando vino a hacerle la barba, dijo:
-“Señor, ¿cómo manda que le haga la barba?
Respondió el gentilhombre:
-“Callando.”

Cuento XXXIV

Estaban  unos ladrones desquiciando una puerta, para robar lo que había en la casa; sintiéndolo el dueño de la posada asomóse a una ventana y díjoles:

-“Señores, de aquí a un rato venid, que aún no estamos acostados.”

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